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Dentro de unos días comenzará uno de los últimos fenómenos culturales que llamamos «año nuevo» – y esta vez se trata del año nuevo tibetano, Losar.
El «año nuevo» es uno de los numerosos términos que los seres humanos han inventado por conveniencia – como bolígrafo, goma de borrar, cuaderno, cordones de zapatos, horquillas y perchas. También denominamos conceptos intangibles, como «cielo» el cual, de nuevo por conveniencia, dividimos en cuatro direcciones e insistimos en que tiene un centro, pero ¿cómo puede tenerlo? Hacemos exactamente lo mismo con el tiempo, dividiendo convenientemente un día en 24 horas, una hora en 60 minutos y un minuto en 60 segundos. Y basándonos en esa ilusión, nace la tontería que llamamos «año nuevo».
Para los niños, el año nuevo es algo que hay que esperar con impaciencia, como los cumpleaños, mientras que las personas de mi edad prefieren ignorarlo. Pero nos guste o no, resguardados en este caparazón de cuerpo, habla y mente, todos somos susceptibles a la transformación, al deterioro, a la flacidez, al cambio, al desvanecimiento y así sucesivamente. Como tal, ni siquiera los numerosos despliegues de incertidumbre que experimentamos actualmente pueden evitar que llegue el año nuevo.
Quedan pocos días de lo que los tibetanos llaman el año del buey – un año que no ha sido fácil en absoluto. Para nuestro desaliento, con las incertidumbres de la pandemia que aún perduran, ha estallado la guerra en Europa – otra guerra agonizante en nuestro hermoso planeta. Y los seguidores del Buda se han ido empobreciendo aún más con el fallecimiento de demasiados eminentes sostenedores del Dharma – los estandartes del Dharma. Muchos de nosotros lo hemos pasado muy mal el último año por todo lo que ha sucedido. Sin embargo, en poco tiempo, sentiremos oleadas de nostalgia incluso por este año terrible.
Como siempre, a pocos días de dar la bienvenida al año del Tigre, muchos de nosotros hemos comenzado a pensar en nuestros propósitos de año nuevo – yo incluido. Y aunque soy consciente de que al declarar en público mis propios propósitos me arriesgo a ser acusado de fanfarrón, desde mi punto de vista, lo que estoy haciendo es exponer mis debilidades.
Así que aquí va. Mi propósito de año nuevo es recitar la oración de las siete líneas 1,000 veces al día. Debo agregar que puede que no necesariamente recite todas las 1,000 en una sentada o en una sesión formal (sentado con la espalda recta, etc.). Puede que, por ejemplo, las recite durante las conversaciones que tenga con otras personas, o mientras echo un vistazo a los estanterías de los centros comerciales, o mientras navego por internet, veo videos en YouTube, o veo el último episodio de una serie de televisión intrigante. Para algunos de ustedes, yo sé que este enfoque puede que suene un poco escandaloso – no es la manera perfecta de acumular oraciones. Pero en los tiempos que corren, si alguien como yo puede aislar su boca lo suficiente para recitar tan solo una oración de las siete líneas, puede ser considerado como una actividad que vale la pena. Y es definitivamente mejor que no hacer nada.
Así que, si alguno de ustedes siente que quisiera hacer una resolución similar, por favor únanse. No hace falta prometer recitar 1,000 oraciones al día – quizás 100 puedan funcionar mejor para ustedes, o incluso 10. Y, claro, si prefieren sentarse con la espalda recta en una sesión formal lejos de la distracción, adelante. Pero, si como yo, eres indisciplinado y aletargado, en lugar de sentirte culpable de lo inútil que eres, anímete. Eso es lo que hago yo. Incluso la práctica más indisciplinada es mucho mejor que no hacer nada.
Por último, para liberarme de la carga de responder a las felicitaciones de año nuevo que reciba, me anticiparé deseándoles a todos un muy feliz año nuevo.
— Dzongsar Jamyang Khyentse
Escucha a Rinpoche recitando la oración de las siete líneas. Música de Tadi Yan.
Una comunidad mundial de practicantes budistas que estudian y practican bajo la guía de Dzongsar Khyentse Rinpoche.
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