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Retrocedemos hasta el 2018 y a las palabras de Rinpoche sobre budismo e Inteligencia Artificial, que ahora son más relevantes que nunca.
BUDISMO: EL CAMINO A BODHI, EL CAMINO MÁS ALLÁ DE LA INTELIGENCIA
Dzongsar Khyentse Rinpoche
Discurso de apertura del VIII Simposio Mundial de Jóvenes Budistas sobre Inteligencia Artificial y Budismo, 25 de julio de 2018, Chiang Rai, Tailandia
Estamos aquí para compartir nuestras ideas sobre qué puede ofrecer el budismo en la era de la Inteligencia Artificial.
Pero para ello, necesitamos establecer un lenguaje común, una forma de comunicación entre los mundos de la ciencia y el budismo, si es que eso es posible. Si no nos ponemos de acuerdo sobre las definiciones básicas, esta conferencia será un diálogo de sordos, sin intenciones, definiciones o conceptos afines, por no hablar de la falta de respuestas a las preguntas profundas e inquisitivas que esta conferencia ha planteado. Tomaré sólo tres ejemplos básicos:
1. ¿Pueden comunicarse la ciencia y el budismo? – «Vida», «mente», «paradoja»
El folleto de la conferencia pregunta: «¿Es la vida un mero procesamiento de datos?» Pero, ¿qué entendemos por «vida»? El Oxford English Dictionary define la vida como la actividad que «precede a la muerte». Pero el budismo no excluye la continuidad de la conciencia tras la muerte. Como budistas, cabe preguntarse si:
• ¿Estará la inteligencia artificial sujeta a la continuidad?
• ¿Estará sujeta a la ilusión del tiempo?
• Y, por decirlo crudamente, ¿se reencarnará la inteligencia artificial?
Es más, ¿qué entendemos por «inteligencia»? Si la mente humana no es más que actividad cerebral y función biológica, no habrá terreno común entre ciencia y budismo, porque para los budistas la mente es algo totalmente distinto: es la que conoce, se habitúa, sufre de esperanza y miedo, y se angustia y descontrola tanto que queda atrapada en sus propias ilusiones. Pero esa mente es también la que se puede entrenar y domar para que aprenda a deshacer sus propias ilusiones. No es sólo intelectual, sino también intuitiva, y tiene la capacidad de ser tanto altruista como egoísta.
El budismo y la ciencia pueden tener nociones totalmente diferentes de lo que es el «saber». De hecho, se dice que la ciencia moderna se basa en el principio de ignoramus, que en latín significa «no sabemos». Asume que no lo sabemos todo y que todo lo que creemos saber puede resultar erróneo a medida que adquirimos más conocimientos. Admiro esa creencia
Al mismo tiempo, los budistas hemos llegado a la conclusión de que ciertas verdades como: que todas las cosas compuestas son impermanentes, que todas las emociones son dolor y que nada tiene una naturaleza realmente existente, no pueden refutarse. Así, mientras que para los científicos el punto de partida es «no sabemos», para los budistas es «tenemos verdades nobles que no se puede demostrar que son erróneas».
El folleto de la conferencia se preocupa por la noción de «singularidad»: que la tecnología se descontrole hasta tal punto que las máquinas de inteligencia artificial sean más listas y superen a los seres humanos. Pero, ¿qué hay de nuevo en eso? A los seres humanos ya se nos da muy bien crear cosas que se salen totalmente de nuestro control: creamos un Dios que se volvió incontrolable, y una Revolución Industrial que también creó los plásticos que ahora asfixian nuestros océanos.
De hecho, las enseñanzas del Buda sobre la ausencia de existencia inherente, el surgimiento dependiente y shunyata son tan potentes y relevantes ahora como nunca, porque no queremos sufrir esta falta de control y porque queremos abandonar la cognición dualista que subyace bajo nuestro sufrimiento.
Por supuesto, el budismo no niega la influencia del cerebro… o de un dedo del pie o incluso del clima. Pero la inmensidad, sutileza y complejidad de la visión budista de la «mente» van mucho más allá de cualquiera de esas causas y condiciones. De hecho, podríamos decir que todo el budismo consiste en el estudio de esta mente.
Incluso la búsqueda más fundamental de un punto de referencia o de un «conocedor» es un hábito que los budistas queremos eliminar. Ahora bien, si la inteligencia artificial puede hacer frente a eso e inducir la realización no dual, entonces la inteligencia artificial es dharma y el budismo se ha quedado obsoleto.
Pero desde mi limitado conocimiento de la inteligencia artificial, dudo que comparta esa visión de la mente y, por lo tanto, no veo ninguna necesidad de que la esencia del budismo cambie en absoluto. No sé cómo afectará la revolución de la inteligencia artificial a las religiones monoteístas como el cristianismo y el islam, pero estoy seguro que los budistas no tenemos motivos de preocupación. De hecho, considero que las cuatro nobles verdades serán aún más convincentes y relevantes dentro de cien años, a medida que nos alejemos cada vez más de nuestro verdadero ser.
Me pregunto, ¿puede la inteligencia artificial crear un mundo perfecto en el que nunca estemos aislados y que triunfe incluso sobre la propensión humana al aislamiento? ¿Puede hacer frente a sutilezas como las nociones de individualismo y derechos individuales que se celebran en las democracias occidentales hoy en día, pero que parecen representar ese gusto por el aislamiento?
En este sentido, me pregunto si la inteligencia artificial tiene el poder de la «fe» —tanto la fe educada como, especialmente, la fe ciega— que es la fuerza motriz de nuestra supuesta «vida» y «felicidad».
Aparte de las diferencias en cómo definimos y utilizamos palabras como «vida» y «mente», existen otros obstáculos para un diálogo significativo entre ciencia y budismo. Por ejemplo, mientras que la ciencia parece estar incómoda con la paradoja y busca cómo resolverla, la quintaesencia del budismo es la profunda apreciación de la paradoja de todo y, por tanto, sentirse totalmente cómodo con ella.
Así, en el momento en que una mente budista entrenada ve la forma, idealmente también ve la vacuidad y se libera así de la esperanza ciega, y en el momento en que ve la naturaleza vacua de la realidad, también ve la forma y se libera así del miedo.
Por eso los budistas no concluimos que los fenómenos no aparentes, como Dios, la reencarnación o la suerte, no existan. Tampoco confirmamos que haya una cabeza sobre mi cuello, un suelo bajo mis pies o un techo sobre mi cabeza. Así pues, confirmamos que no hay nada que sea realmente inexistente o realmente existente.
Es también por eso que los tailandeses pueden aprender la verdad de la falta de ego (la ausencia de existencia inherente) y, al mismo tiempo, no tener reparos en realizar actos meritorios como visitar templos, ofrecer flores o dar limosna a un monje mendigo.
Por eso, para los budistas, el dolor y el sufrimiento surgen cuando insistimos en separar la forma y la vacuidad, la existencia y la inexistencia, como son las cosas y como aparecen. Fundamentalmente, sufrimos cuando no somos capaces de apreciar estas paradojas.
Así que, en lugar de preguntarnos qué puede ofrecer el budismo en la era de la Inteligencia Artificial, que puede que no sea diferente de lo que siempre ha ofrecido, podríamos darle la vuelta a la pregunta y preguntarnos si la inteligencia artificial tiene algún interés en las cuestiones fundamentales que preocupan a los budistas. Tal vez no le corresponda al budismo ajustarse a la ciencia, como con demasiada frecuencia suponemos implícitamente, sino que quizá haya llegado el momento de que los científicos se enfrenten a las verdades que el Buda enseñó hace 2.600 años.
No sé si alguna vez resolveremos las diferencias de definición y visión entre ciencia y budismo lo suficiente como para crear un diálogo real; de hecho, ni siquiera sé si ese diálogo es más pertinente hoy en día que uno entre budismo y economía, ciencias políticas o poesía. Por mi parte, no voy a clasificar estas últimas como menos importantes o valiosas.
Pero estoy seguro de que, a menos que empecemos por reconocer y explorar estas diferencias básicas de punto de vista y definición, no podremos responder a las preguntas inquisitivas que plantea esta conferencia.
2. ¿Preguntas absurdas?
Para estimular nuestra imaginación lo suficiente como para lidiar con estas diferencias entre ciencia y budismo, tanto de punto de vista como de definición, no deberíamos rehuir preguntas que podrían parecer absurdas.
Supongamos, por ejemplo, que tengo un estudiante que es un robot. Está programado para ser tranquilo, sin ira, ni celos ni emociones. Puede que me impresione un poco y no le prescriba meditación shamatha a un estudiante así. Pero si soy un maestro medianamente decente, lo que realmente quiero es que este estudiante deje de tener como objetivo la paz y la calma, o incluso sea él quien calme. Al fin y al cabo, un seguidor del Budadharma no está intentando conseguir una medalla por ser la persona más calmada o tranquilizadora, sino que quiere deshacerse de todas esas referencias de estar calmado, calmarse más o estar en el camino de la calma.
No soy un experto en inteligencia artificial, y mi limitadísima información proviene de algunos artículos y rumores. Por ejemplo, me han dicho que dentro de 50 años podré descargarme en un ordenador que podrá pensar, hablar y responder igual que yo. Pero si ese dispositivo tiene todos nuestros patrones habituales colectivos, como la ansiedad, la incertidumbre y la inseguridad, entonces se habrá convertido en un ser ignorante más y en un objeto de compasión que necesita ser iluminado. En ese caso, la única diferencia entre él y yo es que yo nací del vientre de mi madre, mientras que él nació en un laboratorio con la ayuda de otros robots.
¿Y qué pasa con el karma? ¿Es mal karma destrozar el ordenador o no cargarlo? Si un ordenador puede programarse a sí mismo mediante sistemas expertos y bucles de retroalimentación, y si por tanto puede pensar y actuar como una persona, ¿tiene buen o mal karma si salva una vida o mata a alguien?
A primera vista, estas preguntas «budistas» pueden parecer absurdas. Pero recordemos que Google ya inventó sistemas expertos que desarrollaron un nuevo lenguaje de intercambio que sus propios inventores no pudieron entender, lo que llevó a Google a apagarlo. Así que los expertos en inteligencia artificial y los responsables políticos podrían beneficiarse de las ideas budistas sobre la naturaleza de la realidad antes de dejar que sus sistemas dirijan la economía, la sanidad y el ejército en base a un funcionamiento interno que ninguno de nosotros puede entender. De hecho, no es exagerado decir que, ¡ignoran la sabiduría budista por su propia, y por nuestra, cuenta y riesgo!
A un nivel más prosaico, ¿preferiría una novia con inteligencia artificial que dijese e hiciese exactamente lo que yo quiero y necesito? Y si es así, ¿querría saber o no si es un artefacto de inteligencia artificial? Una vez más, está claro que muchas de las preguntas que preocupan a la gente de la inteligencia artificial son de poco interés para los budistas que disfrutan viviendo en la realidad del surgimiento dependiente y la incertidumbre humana.
En otras palabras, me suena como si los defensores de la inteligencia artificial estuvieran alardeando de que sus sistemas harán que las cosas sean más predecibles. Pero si es así, ya no habrá diversión ni siquiera en nuestro mundo humano ordinario. Al fin y al cabo, por mucho que los humanos pensemos que odiamos la incertidumbre, es ella la que impulsa la economía, el gobierno, la gestión y todo lo demás en nuestras vidas. Los beneficios se derivan de la incertidumbre, y es esta imprevisibilidad la que, a nivel individual, apreciamos como en el romance, el amor y las relaciones.
También me dijeron que quizá la inteligencia artificial alargue nuestra vida. Pero eso no cambiará la sabiduría budista de saber que todas las cosas compuestas son impermanentes. Y me han dicho que los sistemas médicos podrán diagnosticar mejor las enfermedades, lo que, por supuesto, es excelente. Y sin embargo, como ya he dicho, la verdad de la impermanencia sigue siendo real, y es precisamente en esta impermanencia, incertidumbre e imprevisibilidad donde encontramos la vida.
Así que tal vez sea hora de preguntarse cuál es el propósito de la inteligencia artificial. Si es hacer que sistemas como el diagnóstico médico o la predicción meteorológica sean más precisos y, por tanto, predecibles, por supuesto que es excelente y contribuye a lo que los seres humanos siempre han intentado hacer.
Pero, ¿es el propósito de la inteligencia artificial conquistar el tiempo y el espacio haciendo que las cosas sean estáticas, permanentes e inmutables? Si la inteligencia artificial es capaz de conseguirlo, entonces, como he dicho antes, quizá el dharma se haya quedado obsoleto, porque ir más allá del tiempo y el espacio es lo que los budistas llamamos nirvana. Pero dudo que ésa sea la motivación de los creadores de la inteligencia artificial como seres humanos, simplemente porque el objetivo de todo avance científico, incluida la inteligencia artificial, es sin duda mejorar nuestras vidas humanas, lo que no tiene nada que ver con la iluminación.
3. Tiempos de cambio, ¿más felices o no?
Estamos tan entusiasmados con las últimas tecnologías y con la posibilidad de que «salven o condenen a la humanidad», como dice el folleto de la conferencia, que nos olvidamos de lo increíblemente transformadoras que han sido las revoluciones tecnológicas del pasado.
La primera Revolución Agrícola, que transformó el modo de vida de las sociedades humanas, de la caza y la recolección a la agricultura, tuvo lugar miles de años antes del Buda. Aunque mejoró la seguridad alimentaria, esta revolución también provocó todos los problemas de política, ejércitos, tráfico y demás que nos acosan hoy en día.
Después, la Revolución Industrial nos dio radios, televisores, automóviles, aviones y otras comodidades que eran inconcebibles hace sólo 150 años, y también nos dio bombas atómicas y un calentamiento global que pueden destruir el mundo. Si las temperaturas y el nivel del mar siguen subiendo como hasta ahora, Bangkok se hundirá bajo el agua en 20 años y nuestros nietos verán Londres inundada. Si la inteligencia artificial puede evitarlo, estaría muy bien.
Pero, ¿nos han hecho más felices todos estos enormes cambios en nuestras vidas y estilos de vida? Consigo lo que quiero mucho más rápido. Pero esa velocidad puede aumentar la ansiedad, porque sólo se tarda un segundo en vez de un mes en recibir malas noticias. Quizá podemos alegrarnos más rápido y también enfadarnos más rápido.
Así que, a pesar de todos estos cambios, y antes de que nos emocionemos demasiado con las nuevas revoluciones digitales y la inteligencia artificial, reconozcamos que hay algo que no ha cambiado: nuestra ansiedad básica, nuestra inseguridad, nuestra ignorancia y nuestra búsqueda de la felicidad.
Y mientras eso exista, el budismo tiene tanto que ofrecer ahora como hace 2.600 años. De hecho, como el budismo no está limitado por tiempo, lugar, cultura o geografía, puede incorporar, adaptar y responder a las necesidades de cualquier pueblo y época, incluidas las de nuestra era de la Inteligencia Artificial.
Hace 12.000 años, cuando había menos de un millón de seres humanos en este planeta, vivían con el miedo constante a ser devorados. Pero mientras haya esperanza y miedo, tanto si corremos el riesgo de que nos devore un tigre como si dentro de 500 años nuestra vida está totalmente dominada por la inteligencia artificial, todas las palabras de las 84.000 enseñanzas del Buda serán pertinentes.
4. Entonces, ¿qué puede ofrecer el budismo en esta era de la Inteligencia Artificial?
Si aceptamos la realidad de la ansiedad y el sufrimiento, independientemente del tiempo y las condiciones, entonces una cosa que el budismo puede ofrecer es la inseparabilidad de la sabiduría y los medios hábiles: la sabiduría de la visión correcta y los medios hábiles para reconocer esa visión y mantener la sabiduría.
¿Cuál es la visión correcta? Que aunque las cosas aparecen, funcionan y parecen continuar, ni una sola de ellas existe realmente. Todo es como un sueño, un espejismo o un arco iris, y sufrimos cuando no tenemos esta visión. De hecho, por eso el budismo considera que la sabiduría es superior a la moral y la ética, y por eso el budismo puede responder a los desafíos de la tecnología en nuestra era de la Inteligencia Artificial de forma mucho más eficaz que los sistemas basados en la moral.
Como budistas, lo que queremos es conocer la verdad y liberarnos de los hábitos que oscurecen e impiden ver la verdad. Si un dispositivo de inteligencia artificial puede ayudarnos a conseguirlo y proporcionarnos información que facilite nuestra búsqueda de la verdad, eso es estupendo y lo utilizaré con mucho gusto.
Por ejemplo, si la inteligencia artificial puede inventar un dispositivo que rastree los canales neurológicos a través de los cuales funcionan los hábitos, los desentierre y los cortocircuite, sería fantástico. Me lo compro. Pero a menos que la inteligencia artificial pueda resolver la ansiedad fundamental que ha plagado la existencia humana desde tiempos sin principio, y que en realidad define y personifica lo que llamamos vida humana, la esencia de lo que el budismo puede ofrecer no va a cambiar en absoluto.
Sin embargo, la forma en que los budistas ofrecen esa antigua sabiduría inmutable cambiará drásticamente:
5. El budismo no cambiará. Los budistas tienen que cambiar, ¡y mucho!
Así que, por un lado, la inteligencia artificial no va a cambiar el budismo ni su validez y valor para nuestro mundo. Por otro lado, los budistas, especialmente los budistas tradicionales, tendrán que cambiar enormemente. Y si queremos ser útiles y relevantes para la gente, nuestro mundo budista tendrá que ser plenamente consciente de esta diferencia.
Olvidémonos incluso de la revolución de la inteligencia artificial; deberíamos empezar por reconocer que a los budistas no se nos ha dado bien cambiar nuestra forma de hacer las cosas, como transmitir el mensaje del Buda a la gente de la forma adecuada, en el momento adecuado y en el lugar adecuado para que puedan entenderlo y practicarlo.
Desde Japón a Sri Lanka, pasando por China, Tailandia y Corea, los budistas están atrapados en viejas culturas tradicionales que no tienen nada que ver con la esencia del budismo y corren el riesgo de volverse irrelevantes para la gente del mundo de hoy.
Incluso la propia noción de cultura tiene que cambiar. En nuestra era globalizada, en la que los vaqueros, la música pop, Hollywood y Bollywood penetran en todos los rincones del mundo, es posible que los conceptos mismos de nacionalismo y cultura nacional tengan que desaparecer.
Así pues, si los budistas queremos ser útiles a nuestro mundo y ayudar a los seres que sufren, tenemos que desprendernos de nuestros propios hábitos culturales y transmitir el mensaje del Buda de una forma totalmente pertinente para el momento, la época, las condiciones y las personas a las que nos dirigimos.
Y, sin embargo, ninguno de esos cambios, incluida la inteligencia artificial, cambiará la esencia del funcionamiento del budismo. Mientras los seres tengan lo que los budistas llaman mente —pero que otros podrían llamar cerebro o datos o como quieran llamarlo— mientras esta mente tenga ansiedad, hábitos, conocimiento, gustos y aversiones, y esté sujeta al tiempo, y mientras la existencia sea sufrimiento, el budismo será tan relevante para la era de la Inteligencia Artificial como lo fue en la época del Buda.
Así pues, el budismo sólo quedará obsoleto cuando la dualidad, la ignorancia, la ansiedad, la esperanza y el miedo dejen de existir, lo cual, por supuesto, es el objetivo del budismo. De hecho, es por esta razón básica que los budistas nunca han suplicado: «Que todos se vuelvan budistas». Sino que suplicamos: «Que todos se vuelvan budas».
Una comunidad mundial de practicantes budistas que estudian y practican bajo la guía de Dzongsar Khyentse Rinpoche.
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